Y me ha ocurrido de todo, entiendo que la mamá estadounidense que tuvo la idea original acabara escribiendo un blog, porque esto da para mucho.
Para no alargarme demasiado os cuento sólo un par de cosas:
LA MEJOR:
- Darme cuenta de que Mimayor sabe pensar y puede solucionar las cosas dialogando. Más de una vez he acabado poniendo el grito en el cielo, para cortar por lo sano un mal comportamiento. Reacciona, sí por supuesto, después de un buen grito, un niño es capaz de decir todo lo que sus padres quieren oír, pero me daba cuenta, de que en el fondo no lo sentía, con lo cual no podía mejorar su comportamiento que es lo que en realidad quiero. Desde que he dejado de gritar, mis hijos siguen siendo niños muy juguetones, que se siguen portando unas veces muy bien y otras muy regular, pero al menos ahora podemos hablar mejor y razonar. Qué adulto de los que conoces permitiría que le hablaras a gritos? Mi hijo está creciendo, ya no admite que le griten, y ahora sin mis gritos, está más relajado, más cerca de mi, me cuenta más cosas, me ayuda más en casa desinteresadamente y vuelve a ser más cariñoso conmigo. LO JURO.
- Ha habido momentos muy duros. Los primeros días sentía que me estaban poniendo a prueba. Sobre todo los dos mayores, 8 y 9 años. Pongo un ejemplo de algo que ocurrió para que me entendáis: once y media de la noche, Mimaridín de guardia, todos despiertos, Lanena agotada y sola ante el peligro. Con suavidad y cariño doy las buenas noches a los niños, que vuelven a levantarse de sus camas al darme la vuelta. Continúa el cachondeo, marcha, marcha, queremos marcha, marcha. Yo con los nervios a flor de piel, miro a cada niño, y pido de uno en uno que por favor guarden silencio, que les he dejado jugar más de la cuenta y que necesitan y necesito descansar, pero que no pare la fiesta!! Cachondeo generalizado, mamá ni siquiera nos va a gritar esta vez,... En estos momentos no se me ocurre nada de eso de educar en positivo, no tengo fuerzas para entusiasmarme por nada, pero de reojo veo sus cajones del armario con la ropa desordenadísima, así que les digo a los mayores, los pequeños cayeron rendidos durante el proceso, que si vuelvo a llamarles la atención, mañana tendrán que recoger los cajones del armario y que para que no se nos olvide, dejaré la ropa en los escritorios. Imposible, la advertencia no ayuda. El cachondeo continúa, los decibelios aumentan y decido pasar a la acción. Entro en la habitación, abro un cajón y,... dramón. Les dejo que se tranquilicen, porque están de los nervios, importantísimo no intentar razonar en estos momentos, lo único que puede pasar es que empeoren las cosas y acabes tú también de los nervios. Aprovecho y digo la frase que más me gusta de todo esto, cuando estéis tranquilos y podáis hablarme con el mismo cariño y respeto con el que yo os estoy hablando, entraré y hablaremos si es eso lo que queréis. Salgo, respiro y cojo fuerzas. Entonces, todos más relajados hablamos de que es mejor para todos que no haya gritos en casa, ni los míos ni los de ellos, pero que a pesar de ello, mamá sigue teniendo la misma autoridad que antes, que si llevaban más de 12 horas jugando, no está nada mal que paren un poco para que mamá pueda descansar. Lo entendieron perfectamente sin necesidad de un solo grito. Con un castigo? Bueno, yo les llamo consecuencias. Lógicamente no puedo estar hasta las tantas de la noche despierta porque los chiquitos no quieran dormirse y pegarme la paliza de armarios a la mañana siguiente. Además mis hijos son responsables del orden de sus cosas, y realmente esos cajones necesitaban un repaso. De todas formas, admito sugerencias. Qué habrías hecho tú?
¿Que qué hubiera hecho? GRITARRRRRRRR.
ResponderEliminarMe has hecho recordar una cosa bastante "curiosa": no sé el motivo, pero en los últimos años me he vuelto bastante propensa a la afonía. La mayoría de las veces no me duele ni tengo nada, solo que me voy quedando sin voz... y hasta que decide volver. En esos casos, evidentemente no puedo gritar, a muchos ratos es que prefiero ni hablar, y la verdad es que se respira un silencio en casa muy tranquilizador. El "problema", es que la voz vuelve, y con ella los gritos :(
Jajaja, yo en condiciones normales también habría acabado gritando,...
EliminarLlevo años practicándolo y me he pasado meses sin recurrir a ese síntoma de indefensión. Lo bueno es que cuando llegas a ese punto, te da vergüenza hacerlo. Lo empecé cuando mi hijo de cinco años se negó una vez a recoger sus cosas del suelo y lo amenacé con darle una palmada en el trasero si no empezaba a la cuenta de diez. Me miró con un gesto feroz y me dijo: "Solo porque puedes". Primero no entendí la frase. Luego lo volví a mirar y entendí. Sí, lo hacía porque podía, porque era su padre y tenía, sobre todo, el poder físico para hacerlo. En otras palabras, que si yo fuera una hormiga, él ya me habría aplastado por una amenaza así. En ese momento comprendí que muchas veces los padres abusamos -sin querer, generalmente- de y con nuestros hijos por el simple hecho de nuestra superioridad física, de nuestra fuerza. Y decidí nunca más recurrir a ese tipo de amenazas, aunque igual casi nunca pasaba a cumplirlas. Simplemente por respeto. Nuestro cuarto hijo ha cumplido ocho años sin que haya recibido una sola palmada en el trasero (ni nada parecido) y, creo, solo algún grito esporádico. Funciona. Obliga a los padres a ser más creativos en su labor educativa y más consecuentes. Como se enseña con el ejemplo: padres gritones engendran/forman niños gritones que obligan a los padres a gritar aún más. Luego el resto también lo hace porque le parece natural. Y así continúa de generación en generación.
ResponderEliminarMe encanto visitarte, aquí nos seguiremos viendo, saludo.
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