Soy una mujer pacífica 100%. Odio los gritos, los insultos, las malas formas, los enfados, el engaño, las mentiras, la hipocresía, los conflictos, las armas, la guerra,...
Pero como me provoquen os juro QUE LA LÍO. Y esta vez me han provocado.
Todo debió empezar hace ya una semana larga, aunque nadie se dio cuenta hasta el domingo pasado. La invasión fue lenta y silenciosa por lo que consiguieron conquistar sin apenas darnos cuenta varios territorios de esta urbanización donde vivimos. Porque supieron encontrar nuestro punto débil, la piscina, donde todos nuestros polluelos pasan sumergidos varias horas al día para poder soportar las largas e interminables horas de sol y calor, y ahí, mientras nuestros pequeños disfrutaban y nosotros vigilábamos junto al bordillo que todas las cabezas que descendían al fondo volvieran a la superficie en un tiempo prudencial, ocurrió. Lo juro. Ahí mismo, delante de nuestras narices y por culpa de nuestra ignorancia y su increíble capacidad de sobrevivir incluso en las terribles condiciones de nuestra piscina, sobra dar explicaciones si se sabe que en ella todos los días se baña una media de veinte chiquillos. Porque sí señores, muy a mi pesar les informo que los piojos no se ahogan en la piscina!!, pero es que además el cloro no les afecta lo más mínimo, ni siquiera se les irritan los ojos ni se les pone el pelo en plan estropajo!!
No recuerdo quién fue la primera en avistarlos, pero lo cierto es que todas salimos en su ayuda loción, champú y toneladas de suavizante para pasar la liendrera tantas veces como hiciera falta en cuanto lo supimos.
Y aquí sigo, después de tres días de batalla sangrienta con mis tropas avanzando firmemente. Y aquí seguiremos a pie del cañón el tiempo que haga falta, porque no pienso dejar títere con cabeza, muy a pesar de mis niños que ya no les pica, les duele la cabeza y prefieren tener piojos a volver a pasar por mis manos.
Nota: Queridos papás y queridas mamás, los piojos son más amigos de los niños, pero no creo que en la piscina sean capaces de distinguir sus cabezas de las nuestras, así que yo por si acaso gorrito al canto. Ya saben, ande yo sin liendres y ríase la gente.
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