miércoles, 10 de abril de 2013

Estado Zen

Cuando terminé la carrera, pasé unos meses trabajando en Madrid y viviendo en un piso con unas amigas. Recuerdo una conversación que tuvimos una tarde mientras observábamos a una enorme pelusa pasearse por nuestro salón. Concluimos que teníamos dos caminos a elegir, el fino o el cochino, que sin duda estábamos en el equivocado y que teníamos que pasarnos al otro lado.
Y estaréis pensando a cuento de qué vengo yo ahora con esta chorrada de conversación!

Pues porque tengo otra amiga que sabe mucho de educación, profesional y personalmente,  y que siempre tiene buenos consejos para mí. Pues bien, en una ocasión esta amiga me dijo que de gritos nada. Y yo le pregunté: y si se están pegando? no; y si se insultan? no; y si han saltado a la casa del vecino sin permiso y poniéndose en peligro? que no, decía, que no vale de nada gritar, que por supuesto hay que dejar claro qué es lo que han hecho mal si es que así ha sido y que eso tiene una consecuencia, pero que siempre hay que hacerlo desde la serenidad.

Y qué tiene que ver una cosa con la otra? Pues que me acuerdo muchísimas veces de aquella conversación cuando pienso que ahora se me han abierto dos caminos nuevos (del  camino de la limpieza ya no me salgo, solamente se salen mis hijos) que son el de la serenidad y el del caos: hay tardes que empiezan bien y acaban mejor, mientras que hay otras que empiezan mal y acaban peor. Lo difícil es estar siempre en el primero pero más difícil todavía es encontrarte en el camino malo y pasarte al bueno.

Y pensando en estas dos conversaciones llevo unas semanas en estado Zen (ommm).



La idea es no alterarme cuando alguno la está liando. Ayuda mucho dejar el altavoz y utilizar más los pies para acercarnos, mirar e indicar al infractor con cariño y autoridad que en casa tenemos unos límites y que por sobrepasarlos acaba de ganar una consecuencia que, y esto es lo difícil,  hemos tenido que idear con cierta celeridad durante el camino desde donde estábamos inicialmente hasta donde se encuentra el chiquillo en cuestión.

Pues probadlo, porque aunque cuesta un poco, es muchísimo mejor!

Nota: Mi condición Zen a veces se ve interrumpida bruscamente debido a alguna acción que se encuentra, al menos de momento, fuera de mis dominios de paz.

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9 comentarios:

  1. Llevo unas semanitas que casualmente intentó estar tranquila y funciona pero tengo que convencer todavía a mi marido porque él tiene menos paciencia y la conclusión a la que he llegado es que es mejor estar tranquila tanto para los niños como para mí. Un abrazo!

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  2. Como teoria esta muy bien lo que has contado, y de hecho estoy totalmente de acuerdo... pero cuando son las nueve de la noche, nadie hace caso en casa, todas mis niñas alborotadas... el pensamiento Zen me lo he dejado por algún lado y sale mi lado mas oscuro.... lo reconozco y lo siento en el alma.

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    1. Uf! Yo también tengo un lado oscuro! Y el momento más fácil de sacarlo también es por la noche, cuando todas mis fuerzas han desaparecido y no veo el momento de tumbarme un poco a descansar,...

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  3. Yo lo he intentado, pero Daniel solo obedece cuando por fin le doy el chillido. Empiezo diciéndole que eso que hace está mal, luego le explico por qué, insisto en que no lo haga, me pongo seria, le pregunto si está sordo o qué y termino con una orden tajante al más puro estilo militar. Entonces, y solo entonces, el chiquillo ceja en su mal comportamiento. Sight!

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    1. Bueno, Daniel es como Micuarto, y es el más difícil porque el mío al menos, hace poco caso en general.

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  4. Yo quiero poder llegar a ese estado de ZEN también!! Comparto totalmente lo que dice tu amiga "La experta", pero reconozco que no siempre es fácil: el cansancio acumulado, nervios, prisas (siempre voy con prisas...), etc hacen que a veces mi paciencia se vaya, en estado de ZEN, a algún lugar remoto....

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    1. Te entiendo perfectamente, porque a mí me pasa exactamente igual.
      Por cierto, mi amiga la experta, también es amiga tuya!!!!

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