Cuando un imprevisto nos impide estar en casa

Me acordé estos días de algo que solía hacer con los niños cuando eran mucho más pequeños, cuando el mayor tenía 5 años recién cumplidos y estaba empezando a leer. Recordé que cuando inesperadamente teníamos que faltar los dos en casa y dejarlos a cargo de otras personas, con el fin de que se quedaran lo más organizados posible y facilitar las cosas a quien le tocara semejante papelón, escribía en un papel muy claro y con pocas palabras lo que tenían que hacer esa tarde:

- Merienda.
- Tareas.
- Bañar.
- Encargos.
- Jugar.
- Cenar.
- Cara, manos y dientes.
- Leer.
- Dormir.

El listado se lo daba al mayor porque entonces era el único que sabía leer (más o menos) y le nombraba jefe de la tarde. El resto eran reyes o capitanes sabios y obedientes. El jefe debía indicar a todos lo demás, fueran lo que fuesen lo que había que hacer en cada momento. Antes de dormir, y por consenso, el mayor en nombre de todos escribía bien o mal, para que yo supiera cómo había ido la tarde.
En esta ocasión no había puntos, ni caras, ni pegatinas, nada. El papel con la lista era estimulante suficiente para querer hacer las cosas bien.

Nota: Muchas gracias a todos por las muestras de cariño. Gracias por vuestros deseos de pronta recuperación. El niño está ideal y con un poco de suerte la semana que viene vuelve al cole.